Cuando reviso mis cuadernos... cuando leo mis escritos de esos días en los que más triste fui, encuentro sentimientos que hoy me parecen tan distantes, tan lejanos... tan fuera de mí. Me reconozco en esas palabras y encuentro una persona totalmente distinta a la que soy hoy.
Esa tristeza fue la que logró que yo pudiera escribir hojas interminables de puro dolor. Esas palabras eran mis lágrimas en un papel, esas lágrimas que nunca pude mostrar para que las personas que me quieren, no sufran por mí. Esas lágrimas que atoré en mi pecho por interminables horas. Esas lágrimas que torturaron mis sueños, que me hicieron más fuerte.
Cuando esa tristeza al fin se fue. O logré que se fuera tomando las decisiones más difíciles de mi vida... me di cuenta que ya no necesitaba volcar mis lágrimas en esas hojas. ¿Por qué será que me es tan fácil escribir sobre mi tristeza pero no sobre los momentos que me hacen feliz?
En mis cuadernos hay un blanco de cuatro años. Cuatro años en los que no hubo lágrimas, en los cuales mi alma se volvió fuerte, y se empezó a curar. Cuatro años en los que viví quizás los momentos más importantes de mi vida. Pero no los volqué al papel. A veces siento que hay momentos tan mágicos que es imposible describirlos con palabras.
Realmente a veces me encuentro pensando palabras que me ayuden a describir algunos de esos momentos mágicos durante estos cuatro años... y no las encuentro. No sé cómo explicar lo que me hace sentir... esa sonrisa me cambia la vida, esos besos me desbordan el alma... esos abrazos me muestran el cielo... y las lágrimas que antes me acompañaban en mi tristeza se vuelven cada vez más distantes.
Probablemente sé como explicar mi dolor pero no lograré nunca explicar lo feliz que puedo llegar a ser con sólo estar con vos... sólo necesito mirarte para que haya un interminable blanco en mis cuadernos...
